La Bastilla y El Danzón: Una historia

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Este rico proceso musical fue más allá cuando el compositor matancero Miguel Faílde (1858-1921) transformó la danza, surgiendo como creador del Danzón en 1879 al asimilar magistralmente la música francesa y los bailes alemanes que llegaron a Cuba para esa época con los marcados elementos africanos de los cuales Cuba es una rica cantera.


15 de julio de 2024 Hora: 02:59

El primer danzón tuvo como título “Las alturas de Simpson” como homenaje a uno de los barrios más populares de Matanzas, la ciudad natal del compositor Miguel Faílde (1858-1921), el creador de ese ritmo musical.

Entre conflictos y contradicciones se han cumplido 235 años de la toma de la fortaleza prisión de La Bastilla, hecho que dio inicio a la Revolución Francesa en 1789.

El país europeo, que fuera aspiración de poetas, músicos e intelectuales es un pilar importante en la historia del desarrollo de la cultura mundial. Su influencia se proyecta siempre en la búsqueda y el perfeccionamiento, sobre todo de las artes. Mirando hacia atrás, encontramos que Francia tiene un papel también importante en la música popular de la América Caribe, e historia que contar, por ejemplo la de la contradanza francesa, madre del Danzón Cubano.

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A pesar de haber vivido en términos generales una historia común en tiempos de la llegada de los llamados conquistadores, Cuba y La Española (islas protagonistas de esta historia musical) tuvieron diferentes procesos, fundamentalmente debido a la presencia francesa en algunas zonas de la isla que llevaba el nombre de La Española. Era una presencia no de conquistadores sino de quienes vinieron a continuar sus vidas en tierras americanas. Este elemento francés se acentuó más a partir de 1697 cuando la corona española cedió a Francia legalmente la zona que sus aventureros ocupaban. La Española se dividió entonces en lo que hoy conocemos como República Dominicana y Haití.

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Como por este acto de cesión ya Francia tenía tierras en las islas antillanas optó por fomentar su desarrollo. La Reforma y las luchas religiosas en territorio francés continental (que culminaron con la revocación del Edicto de Nantes) determinaron el empobrecimiento de muchos nobles y oficiales, los cuales emigraron a América y trajeron con ellos sus hábitos, sus costumbres y hasta sus modas.

Lo que hoy conocemos como Haití fue cambiando radicalmente y las nuevas generaciones tanto de esclavizados como de criollos fueron adquiriendo las costumbres de los nobles provincianos llegados de Francia. Se abrieron teatros y salones donde se combinaban gastronomía y música, detalle éste que posteriormente será muy importante.

Las canciones de los criollos, que ya estaban influenciadas por las músicas de los negros comenzaron a contener elementos franceses, mientras los esclavizados africanos, imitando a los blancos comenzaron también a bailar minuet y contradanzas, algo nada difícil para ellos.

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La contradanza era el baile preferido por los colonos provincianos que emigraron a América. Derivada de la danza campestre inglesa, fue llevada a Holanda y Francia a fines del siglo XVII, y adquirió personalidad francesa; pero si bien la provincia bailaba contradanzas, la cerrada nobleza bailaba el minué o minuet.

La contradanza fue adoptada de inmediato por los africanos en América debido a un detalle que los impactó: el baile se desarrollaba en círculos e hileras, a doble fila y enfrentada la pareja. Muy similar a los bailes que los negros habían desarrollado en África en sus lejanos días de libertad. En consecuencia el esclavizado adoptó la contradanza y le imprimió su vivacidad rítmica.

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Cuando ocurrió la primera sublevación victoriosa de los esclavizados en ese territorio insular el 14 de agosto de 1791 (la reunión de Bosque de Caimanes), el carácter irreversible de la misma hizo que Francia empezara a pensar en la abolición de la esclavitud en su colonia, pero cuando el decreto abolicionista llegó en 1793 ya era tarde: los esclavizados habían abandonado a los colonos, de los cuales, los más adinerados pudieron llegar a Nueva Orleans, en tanto que los menos adinerados (la mayoría) pudieron llegar a las cercanas costas de Cuba. Y en Cuba también prendió la contradanza, desarrollándose en dos vertientes: una marcada por el espíritu del minuet y otra evolucionada a partir de la contradanza africanizada en Haití.

La contradanza en Cuba adquirió perfiles muy propios y de valor cualitativo. Se transformó en el primer género musical de la isla capaz de soportar triunfalmente la prueba de la exportación. La evidencia está en la inclusión de una Habanera en la ópera Carmen, de George Bizet, estrenada en París en 1875.

Debido a su carácter danzario y al ritmo incorporado por los negros en ella la contradanza propició la creación de conjuntos instrumentales conocidos como “orquestas típicas cubanas”. La contradanza poco a poco pasó a ser danza-baile y con ella comenzaron a surgir compositores de danzas con temática afro.

Este rico proceso musical fue más allá cuando el compositor matancero Miguel Faílde (1858-1921) transformó la danza, surgiendo como creador del Danzón en 1879 al asimilar magistralmente la música francesa y los bailes alemanes que llegaron a Cuba para esa época con los marcados elementos africanos de los cuales Cuba es una rica cantera. El primer danzón tuvo como título “Las alturas de Simpson” como homenaje a uno de los barrios más populares de Matanzas, su ciudad natal.

Los primeros danzones creados en Cuba incorporaron en su estructura arias de ópera, como elemento de enlace con Europa. Pero esta estructura fue modificada por José Urfé, (Madruga 1879-La Habana 1957) cuando cambió las arias de ópera por el formato rítmico y sincopado de una parte del son cubano. El montuno selló la cubanidad del danzón al quedar incorporado a éste a partir de 1910.

El primer danzón con montuno llevó por título “El Bombín de Barreto” dedicado por Urfé a un violinista de su orquesta, Julián Barreto. La popularidad alcanzada por el danzón a partir de la incorporación del montuno propició el florecimiento de las llamadas orquestas típicas o charangas las cuales estaban conformadas por una flauta de madera de cinco llaves, violín, contrabajo, piano, pailitas, timbalitos cubanos, quijada de burro y güiro de calabaza.

Ya para 1920 el danzón había trascendido las fronteras cubanas para pasar a ser baile y canción de Cuba y de la cuenca caribeña. Y cuando tuvo voz fue la del sin par Barbarito Diez, nombre vinculado al danzón como el ancestro del mismo, Francia.

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Se debe destacar también la labor que adelantó en favor del danzón el Maestro Antonio María Romeu, quien puso su orquesta a disposición de Barbarito para que surgiera la histórica serie discográfica “Así bailaba Cuba”. Bueno es también acotar que el danzón más grabado hasta ahora es “Almendra” del habanero Abelardo Valdés.

Barbarito Diez y Alfredo Sadel

Ahora, cuando La Bastilla se hace presente nuevamente en el pensamiento francés, sobre todo del pueblo que reivindica y aúpa las banderas de la revolución francesa, el Caribe le reconoce el aporte musical.

Autor: teleSUR - Lil Rodríguez